10.4.15

Textos de Despedida de Vicente y Zaira

TEXTO LEIDO EN FUNERAL DE VICENTE


El cuarto entierro de Vicente Atencio Cortés
Iquique 25 de julio de 2013

Esto no es un discurso, ni siquiera una despedida. Uno se despide de alguien al que no verá más por un tiempo o definitivamente. Pero este no es el caso, porque continuamos viendo y suponiendo los hechos ciertos de su vida y supuestos de su muerte. Hemos hecho y continuaremos haciendo un esfuerzo de memoria para encontrar justificación y respuesta, por ahora de modo individual y personal por su asesinato, aunque todo reclama que -a pesar de las menciones y los perdones comunicados- , debe ser la comunidad constituida la que invierta las cosas y convierta la exigencia individual y privada de justicia y las penas individuales en acción pública ante crímenes asimismo públicos. Porque, - ya había sido antes mejor dicho-, los crímenes fueron en medio de la plaza y debe ser un canto general, el de todos, quien los denuncie.

Vicente encontró el fundamento de su política en su propia vida. Trabajó desde muy joven en labores del campo, luego más tarde como pirquinero, trabajador en la oficina salitrera María Elena, trabajador de la construcción; esas actividades fueron el terreno para observar y conocer las cosas que lo definirían en su vida.  Así decidió que la acción política organizada era una respuesta de fondo a lo difícil y duro de su vida y de otros como él mismo. Decidió por eso militar en el Partido Comunista. Mi hermana nos dice que lo mataron por comunista; es cierto, pero no únicamente por ello; el suyo era también un modo de vida posible en que la sociedad chilena se reconocía como una parte más de sí misma y respecto de la cual había decidido cambiar. Y, frente a ello, lo trataron como siempre, desde la colonia misma, se tratan estas cosas: con el castigo y la muerte.

Cuatro veces son cuatro veces; ir y venir, subir y bajar, enterrar y desenterrar; este es el cuarto entierro: el primero fue por los victimarios, el segundo después de encontrarlo, el tercero en el memorial y ahora el cuarto: es la perífrasis o epítome del modo y el lugar que nuestra sociedad  asumió y asume frente a todos estos casos en estos años: desaparecer y aparecer, ocultar y luego desocultar. Pronto se cumplirán 40 años de la instauración de la sociedad de la dictadura que ha hecho de la negación y el ocultamiento el sello de su actuar cotidiano e institucional. Recordamos nítidamente el calificativo de “presunto” para denominar a los desaparecidos y ocultar sus crímenes. Conocen bien la realidad que instituyen las palabras.

Parece que el mero desocultar no llega a ser verdadero porque el mundo individual hace tiempo ya está opacado por el mundo uniformado y estandarizado, porque es difícil discriminar en medio de tanta pena, dolor y espera. Pareciera que la égida  que nos constituye a todos hubiese cristalizado como una camisa de fuerza. Lograr comprender lo que sucede es una diferencia que se hace difícil de instalar estando presionado por eso que construyó años de angustia e impunidad.

Así en el ir y venir de estos años resurgía algo que no era su cuerpo. No hay de ningún modo semejanzas con Lázaro, pues lo que renacía y se desocultaba cada vez es la evidencia del crimen. Es, en relación a los detenidos desaparecidos, el crimen público más ocultado de nuestra historia contemporánea. Aún lo está, aunque se hayan escrito sobre él muchas páginas y aunque la verdad se haya burocráticamente constituido en comisión. Es un texto mudo o enmudecido. La impunidad ha hecho de él un cadáver público insepulto. Al revés de Antígona, castigada por enterrar a su hermano, en la mayoría de los casos aquí no había cuerpo o restos que enterrar.

Como todo lo horroroso o hermoso que quedan en nosotros, estos hechos perduran en nuestra memoria. Y no otra cosa significa el seguido ritual del entierro y el desentierro por cuatro veces; si Pinochet vino a decir que lo sólido se desvanece, lo intangible de su vida permanece, como un interpelar de sucesos previos y fundantes.

A la falta de  un mundo con ellos hemos hecho del recuerdo nuestra casa. Así juntos construimos lo que somos, a contrapelo y movidos por una experiencia muy larga, muy dura y muy amarga.

Se dice que esta es una experiencia imposible por incomunicable; porque justamente en ella la palabra está rota, es hecha explotar por el dolor mudo y singular de nuestros corazones, por una presencia permanente de lo ausente y, como últimamente hemos sabido, por su sufrimiento inenarrable. Pero no ocurre así. Ellos, como dice en el muro de aquí, se han quedado pegados, adheridos a nuestras vidas, en un modo imposible de ser muertos.

Pero “imposible” es también una palabra, un cántaro o  vasija para contener lo inefable, lo que no puede dar nuestra praxis, sin embargo hemos hecho posible este entierro, tal como cierto conocimiento sobre sus vidas después de la detención, hemos logrado. La experiencia es anterior a cualquier nombre, cualquier conocimiento y ésta pugna contra toda égida se abre paso sin saber, hasta que llega a un lugar que provoca he invoca.

Llegaron hasta nosotros sus restos, porque todo hablaba de ellos: el gesto disimulado del asesino, el ademán arrogante del vencedor, el promiscuo usurero del mercado moral, restos en los que se reflejaban, los hechos y las muertes que cometieron, queriendo ocultar su presencia. Así, todos estos restos encontrados: en Colina, en el patio 29, en Pisagua, en Calama, en Lonquén, y otros, están llenos de palabras, de mensajes directos que nos interpelan.

Por último, debemos agradecer a todos los que nos han apoyado a que llegáramos hasta aquí. Nada de esto fue una tarea solitaria.

Y sabemos quienes nos acompañarán en lo que aún resta por cumplir.




TEXTO LEIDO EN FUNERAL DE ZAIRA


Zaira
Con ese nombre vino al mundo, era un nombre que, comparado con el de mis amigos de infancia y compañeros de curso, sonaba extraño. Era una referencia a otras cosas y como después supe otros contextos. Con ese nombre, que evocaba cierta fonética de semejanzas a cuento oriental, crecí observándola como un niño trata de capturar una imagen indiscernible: la de uno de sus padres que se ocupa de todo lo que te rodea…desde la mamadera al pañal, la postura de los zapatos, la ropa, los pantalones, el más allá del patio, del golpe en el suelo, de la herida en la rodilla, de la calle y luego de la escuela. Era para mí una presencia al alcance de la mano y en ese tiempo el universo de mi mundo, el amplio rango de una pequeña y localizada superficie, la profundidad en un pozo inescrutable.  (No lo digo por engrandecer y atribuir características y simular una robustez de algo que no lo tiene, sino por la escritura y su trama de actividades.)

 Mi madre tejió en mi algo que no termino de saber y dudo que se pueda decir con propiedad que es algo sabido. El entramado de su vida expresó sus deseos, alientos y desganas en nosotros, sus hijos, con plena conciencia y muchas veces con la pura sospecha de lo adecuado de algo. No había para ella sino un continuar adelante, amparada en su convencimiento de que lo nuestro es seguir, mirar más allá, trasponer lo inmediato. Cada fin de año componía frases sobre que el próximo sería mejor. Esto en su origen me parece inescrutable.

Estos días he pensado en su vida, repasado sus frases frente a cosas rotundas  y cotidianas, e Imagino que se compuso de épocas diferentes, esos trasfondos en que disponemos de ellos como si fueran evidentes y su sustrato algo a la mano y manipulable. La recuerdo indignada, en el año 1972, sintiendo como caían piedras en el techo como una seña del castigo que vendría después. Aún la imagino mirándonos y abrazándonos el día del golpe diciendo o pensando en voz alta que iba a ser de nosotros…Mi madre era una persona sencilla, alguien que de costurera de tiempo completo, tuvo que ser viuda provisoria y preliminar, ayunante en huelga de hambre y denunciante de la desaparición de su esposo. Su vida cambió varias veces en 30 años. No zozobró nunca, aunque, como sabemos, siempre hacemos agua.

Me atenaza un pensamiento oscuro: Supongo, su vida como si fuera un largo velorio entre septiembre del 73 y la aparición de los restos de mi padre. Era un velorio en que lo fúnebre no compone completamente la cotidianidad de ese velorio. No había nada heroico, simple deseo ignoto por vivir. Hizo que la persistencia de la memoria por su marido quedase incrustada en sus huesos, su carne, su sangre. Mi madre no estudió historia pero sabía que vivimos tiempos traslapados, culpas entrelazadas y deberes imprácticados. Imagino que era su oficio de costurera. Cortar, ensamblar pliegues, medir, emplazar el conjunto.


Ahora murió sin proponérselo. El vacío extenso e inescrutable, propio e impregnante que nos deja la muerte, vuelve a presentarse entre nosotros. No sé que pensaba al morir, tal vez en algo inconcluso, como un hilván, un último pespunte, un final remate.



21.3.15

Funeral 11 de agosto de 2013

Funeral realizado el 11 de agosto de 2013, en el Cementerio General, Memorial de los Detenidos Desaparecidos, siendo la tercera vez que se realiza el sepelio, debido En a la solicitud de la familia a tribunales de realizar la prueba de ADN para verificar la identidad de Vicente, 23 años después del primer funeral. Entre ambos funerales se realizó el traslado de los restos desde el nicho inicial al sitio definitivo del Memorial.